
Y se fue a donde un cura quien le dijo era pecado y muy pronto un abogado le hablo de lo legal
y fue el profesor de ciencias
quien hablo de la inconsciencia
de la juventud actual
Fernando Ubiergo – Cuando Agosto era 21
Hoy un nuevo fantasma asola América Latina: el ala más conservadora de la Iglesia Católica, heredera de los que se aliaron al fascismo en la II gran guerra y a las dictaduras latinoamericanas genocidas del siglo pasado: las sectas del Opus Dei, Sodalicio, etc; Con la venia de Herr Ratzinger, otrora rector del Santo Oficio que hoy perdona a sacerdotes negacionistas del holocausto y abusadores sexuales de niños.
Ellos condenan el aborto eugenésico y en casos de violación, además de los métodos anticonceptivos artificiales, incluida la llamada píldora de día siguiente. En una hipócrita defensa de la vida, censuran el derecho de la mujer a decidir si quieren traer el mundo un niño acéfalo, que morirá a los pocos días.
Estos fariseos vetan, además, el derecho de una mujer violada sexualmente de elegir si está dispuesta a mantener o no una gestación, producto de su denigración como ser humano.En el colmo de la manipulación, buscan que los tribunales prohíban la venta de la píldora del día siguiente, acusándola de abortiva, amparada en opiniones de médicos que anteponen sus dogmas religiosos a sus juramentos hipocráticos.
Como escribió un periodista, ahora quieren controlar el endometrio de la mujer. Estos cruzados modernos esgrimen que la píldora tiene 3 efectos, uno de los cuales es abortivo, por la razón que si el óvulo es fecundado no puede llegar al útero. ¿Cómo puede ser un aborto si no llega al vientre? Estos señores, que se jactan de su sabiduría, ni siquiera han leído al buen Tomás de Aquino.
Bajo sus santos criterios, deben de prohibirse todos los anticonceptivos: píldoras, diafragmas, etc. hasta el condón, en defensa de los espermatozoides. Puede sonar delirante, pero esa es la cruzada que se han propuesto estos autoproclamados defensores de la vida.Olvidan los sucesores de Torquemada que el estado es laico y, por lo tanto, debe defender las libertades de sus ciudadanos, creyentes y no creyentes, en especial en un tema tan íntimo como la sexualidad y la natalidad.
Lejanos están los tiempos en que se mantenía al pueblo en la ignorancia, vendiendo pedazos de cielo y amancebándose con jóvenes muchachas y niños, mientras practicaban la caridad con migajas de sus bancos ambrosianos.Estos fariseos posmodernos están bien organizados: los hay periodistas, blogeros desubicados, fanáticos religiosos, ministros de estado, jueces, profesionales. Todos ellos creen que aún están vigentes los tiempos en que las mujeres no tenían derechos civiles.
La iglesia Católica en el Perú ha sido secuestrada por el Cardenal Juan Luis Cipriani, antiguo colaborador del criminal por delitos de lesa humanidad Fujimori. Cipriani es experto en tirar la puerta a campesinos que denunciaban violaciones a sus derechos humanos, ser espía traidor durante crisis de rehenes, pedir la impunidad a torturadores, condenar al ostracismo y escarnio a sacerdotes que no comulgaron frente a su cruz gamada.
Gracias a la inmunidad de su purpurado, se ha librado de la prisión por cómplice durante el nefasto régimen de Fujimori, en las que fue un ministro más. No en vano hasta la actualidad recibe un jugoso sueldo del erario nacional, gracias a un concordato del gobierno peruano con el Vaticano, vergonzoso para un estado laico. ¿A cuántas mujeres violadas por militares este Cardenal habrá negado ayuda, en sus épocas de obispo en Ayacucho? ¿Cuántas madres le suplicaron ayuda para ubicar a sus hijos? Su conciencia sabe la respuesta.
Cipriani es miembro de esa secta conocida como La Obra, fundada por un tal José María Escrivá de Balaguer, ahora en los altares del fascismo, al lado de Franco, Hitler y Mussolini.En el colmo de la desfachatez, ha pedido a las mujeres atacadas sexualmente entregar sus futuros hijos a la Iglesia, para convertirlos en autómatas o en objetos sexuales de curas pedófilos, como se ha comprobado en los Estados Unidos.
La Iglesia Católica Latinoamericana ha visto perder ostensiblemente su número de fieles desde la década del ochenta. Millones se han marchado al agnosticismo, ateísmo y cristianismos protestantes, decepcionados del llamado cuerpo de Cristo. Otros prefirieren mantenerse al margen de una Iglesia que los persiguió, por intentar democratizar el catolicismo, ensuciándose los zapatos en arenales para predicar dignidad y justicia. Lejanos están los tiempos de Monseñor Romero, Los padres Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Ernesto Cardenal y ese movimiento llamado Teología de la Liberación.
Los sectarios sonríen ante sus logros: gracias a sus políticas oscurantistas y desinformativas, el embarazo no deseado y el aborto clandestino aumenta a cada segundo, al igual que las mujeres muertas desangradas por someterse a abortos en condiciones insalubres. Gracias a ellos, los que hablan de Dios mientras esparcen sal en las llagas de sus hijos, en estas tierras siempre será un lluvioso Agosto veintiuno, como la trova del gran Ubiergo.
Ver También:
Un post delirante anti píldora.
La secta ahora se viste de periodista.
Fanáticos con Dios y muertos en su directorio