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25.7.09

Yo seguiré luchando con mi suerte

Aunque mi vida está de sombras llena
no necesito amar, no necesito
yo comprendo que amar es una pena
una pena de amor y de infinito.

No necesito amar tengo vergüenza
de volver a querer como he querido
toda repetición es una ofensa
y toda supresión es un olvido.

Desdeñoso semejante a los dioses
yo seguiré luchando por mi suerte
sin escuchar las espantadas voces
de los envenenados por la muerte

No necesito amar, absurdo fuera,
repetir el sermón de la montaña
por eso he de llevar hasta que muera
todo el odio mordaz que me acompaña.
Miguel Paz - Desdén


A Aníbal, hermano de Coqui.

Era un valsesito limeño, con una letra tan cautivante que dos novelistas y un poeta de estas tierras no tuvieron otra salida que retratarlas en sus obras.

De tal virtud se dieron cuenta en una madrugada de bohemia, en tierras chalacas, tres amigos que dedicaban su vida a rescatar el pasado del polvo del olvido, la memoria de las piedras, el alma de los muertos.

Aníbal citó el pasaje de Los cuadernos de Don Rigoberto, de Vargas Llosa, donde hacía referencia al añejo vals (1), llegando a comparar al casí anónimo autor con Vallejo y Neruda.

- Desdeñoso, semejante a los dioses... tenemos que conseguir ese vals! - dijo él, ante la venia de los presentes.

Unos meses después, a dos de ellos el destino los llevaría hasta las alturas de Huarautambo, en el centro de aquél país de desconcertadas gentes, testigo de campesinos mártires, caídos en defensa de sus tierras, sea contra el señor feudal, sea contra la Cerro de Pasco Co.

Fué allí donde los siguió, caprichoso azar, ese extraviado vals, escondido en las letras de las novelas de Scorza (2): esos épicos cantares en cinco baladas que relataban, entre lo real y lo maravilloso, los tiempos míticos de la guerra silenciosa, anónima en la historia oficial de aquella republiqueta criolla llamada Perú.

Fué allí donde llegó la noticia que se unía el más joven de esa fratia de prolongadores del pasado, famoso por su esquiva fortuna.

- Viene Hache! - exclamó Aníbal.

- Yo seguiré luchando con mi suerte - replicó Chemo.

Aunque en términos monetarios la suerte les fue esquiva, regresaron de Lima con las alforjas llenas de vida, de esperanzas y experiencias, prometiéndose un día llegar hasta el último refugio del Nictálope, y dejar un ramo de geranios sobre la fosa común del niño Remigio.

Hernán, cultor de los valsecitos de otrora, con sapiencia académica logró conseguir múltiples versiones del citado vals, en estilos que iban del tango al pasillo, de la copla al vals en sí (3).

Así, los presentó ante sus amigos, maravillados, en un día de reencuentros, bajo el cielo de esa ciudad gris. Tiempo después, Hache comentaría su último hallazgo:

- Washington Delgado también cita Desdén, cuando Artidoro contempla el rostro de la muerte (4).

El círculo se había cerrado, el vals había estrechado esa amistad nacida entre montes y serranías, y de cierta forma, se quedó para siempre en sus vidas, sus causas y sus azares:

Chemo adoptó exitosamente las fallidas tácticas de guerrilla del niño Remigio para conquistar a Conchito, y desposó a Emily, poco despúes. Si necesito amar, si necesito -

Hache creó un breve espacio para grabar las historias que le contaron sus amigos, y se vieran reflejados en ellas, mientras seguía luchando con su suerte.

Hernán se tatuó la palabra desdén en el antebrazo, y en el otro un lusitano saudade, que ha de llevar hasta que muera.

Aníbal, el mayor de todos ellos, comenzó a llenar de letras las páginas calladas tanto tiempo del nuevo libro de su vida, para felicidad de los suyos, porque absurdo fuera, repetir el sermón de la montaña.

Y así, desdeñosos semejantes a los dioses, esos cuatro se reunirán, en comunión de pisco y valses, tan felices como cuando abren una trinchera, para celebrar el natalicio del último de los nombrados, sin escuchar las espantadas voces de los envenedados por la muerte.

Notas:

1. Sin la guitarra, el cajón y la sincopada voz del cantante, algo de la audacia lúgubre y narcisista del bardo compositor se perdía. Pero, aun sin la música, se preservaban la genial vulgaridad y la misteriosa filosofía. ¿Quién había compuesto este vals criollo «clásico», como lo había calificado Lucrecia cuando quiso averiguarlo? Lo averiguó: era chiclayano y se llamaba Miguel Paz.

En todo caso, bravo. Ni Vallejo y Neruda combinados habían producido nada comparable a estos versos, que, además, se bailaban.
Mario Vargas Llosa - Los Cuadernos de Don Rigoberto.

2. Hojita de té:

Otro día más de helarme junto a este sauce de mierda. No pudiendo abandonar por más tiempo mis negocios, me voy. Lo espero donde sea y como sea. Desdeñoso, semejante a los dioses, sin escuchar las espantandas voces de los envenenados por la muerte. No necesito amar, no necesito.
Luis Remigio, el plebeyo.
Manuel Scorza, Garabombo el invisible.

3. Entre las versiones de este vals destacan leyendas tales como Los trovadores del Perú, Los Dávalos, La limeñita y el Ascoy, El dúo de oro, Julio Jaramillo, Mercedes Simone y Libertad Lamarque.

4. ¿Por qué morir?
Desdeñoso, semejante a los dioses,
yo seguiré luchando con mi suerte.
Artidoro engrameó la testa
y por las calles enmarañadas
de la ciudad de los Precios
caminó como los viejos caballeros
sin escuchar las espantadas voces
de los envenenados por la muerte

Washington Delgado - De Artidoro y otras gentes

Ver también:


Los Trovadores del Perú & Los Dávalos - Desdén

7.1.08

Le pondré la luna en el bolsillo


Campesino
Cuando tenga la tierra
Le pondré la luna en el bolsillo
Mercedes Sosa, Cuando tenga la tierra





5:00 pm.

Llego por fin, pero al ascender, viejos dolores asaltan mi cuerpo, hace tiempo aprendi a convivir con ellos y les doy bienvenida. Arriba me encuentro con centenares de osamentas, una encima de otra,distingo cráneos de todo tipo: braquicéfalo, dolicocéfalo, de adultos e infantes ... muchos infantes. ¿Será un nuevo hallazgo?, pienso, mientras apresuradamente saco mi libretita de campo para las primeras descripciones de rigor, sudoroso, no me había dado cuenta de ... quizá no quería hacerlo ... mis amigos me interrumpen:

_Deja tu libreta.

_Pero... deja que describa, luego le tomamos fotos y ...

_Deja tu libreta.

Detuve mi vista en ellos, estaban con la mirada en el suelo, como perdidos, fríos, algo grave había pasado y estaban a punto de decírmelo ... entonces observo a mi alrededor, veo en medio de los huesos, restos de diarios de los años 80, en tiempos del gobierno "demócrata" de Alan García, Sendero Luminoso y la guerra sucia. También distingo algunas bolsas de tocuyo, sandalias ...

De pronto, Chemo levantó un cráneo y me dijo : " Por su tamaño y sus suturas se trata de un infante de 4 a 7 años, por el arco superciliar quizá era varón, por su dentadura tuvo deficiencia de calcio en su dieta, quizá anemia" - Luego, como usando todas sus energías, concluyó: ... "por el orificio de bala en el parietal, fué un fúsil Fal, de esos que usa el Ejército Peruano ... quizá fue acribillado a unos 5 metros de distancia, seguro que el niño huía ... pero no pudo ... como le pasó al niño Remigio" .

Chemo se refería al niño Remigio, un entrañable personaje de Redoble por Rancas, pero no sabía de esa escena ... después recordé que Anibal le había prestado Garabombo, el invisible, el segundo libro de la saga, donde se relataba el infausto final del bienamado Remigio:

"– Este piojo, ¿quién es?

– Un loquito, mi alférez.

El Niño Remigio se agachó. Recogió una piedra. Avanzó.

– ¡Quémelo! – mandó el alférez.

El guardia lo segó con su metralleta.

Así se comprobó que el Niño Remigio padecía una enfermedad incurable porque la ráfaga que le destapó la mitad de la cabeza mostró que en lugar de sesos tenía una mata de geranios"
(Manuel Scorza, Garabombo, el invisible, capítulo 33).

En ese momento pude tomar conciencia de la realidad: los demás esqueletos presentaban las mismas carácterísticas del infortunado niño: tenían huellas de plomo en sus huesos astillados, aún quedaban harapos,también sogas, contamos 20,30,40 cuerpos ... no contar pudimos más, el ambiente se cargó de una mortal combinación de tristeza y furia.

6:00 pm

Iniciamos el descenso, esta vez con linternas, Juan José se anima a decirnos que decían esas canciones en Quechua :

"los sinchis matan a mis hermanos, los juntan a todos, varones, mujeres,niños, ancianos, uno a uno caen bajo las balas, a veces los dinamitan para ahorrar balas".

Quedamos en silencio, ahora veo que la mosca azul ya no me persigue, ella ya cumplió su objetivo, ahora podrán regresar a su cuerpo como al quinto día ... pese a la oscuridad, todo es claro, comprendimos nuestra misión ... tenías razón Chemo, jamás habíamos estado perdidos. Recuerdo un fragmento de Dioses y hombres:

En los tiempos muy antiguos, cuando un hombre
moría, dejaban su cadáver, así no más, tal como
había muerto, durante cinco días. Al término de
este plazo, se desprendía su ánima, ¡sío! diciendo.
como si fuera una mosca pequeña.

Dioses y Hombres de Huarochirí (1598)

Descanzamos, no hemos pronunciado palabra desde hace un par de horas. De los tres jóvenes que al salir el alba salieron de un pueblito de la sierra, hoy sólo el recuerdo queda, nuestra mirada era distinta, al igual que nuestro espíritu: una parte de nosotros se quedó allá, en el abismo, velando los huesos de nuestros hermanos.

12: 00 am

En nuestro refugio, sacamos la última botella de caña decente que nos queda y libamos, para que el dolor se sienta menos. Chemo pone el disco mítico abril en Managua, y de pronto, la potente voz de Mercedes Sosa nos devuelve a la vida, y tomamos sus palabras.


Mercedes Sosa, Cuando tenga la tierra





5.1.08

Trepando el dulce abismo ...

Regresaré del sol
que alumbra
el dulce abismo.
Silvio Rodríguez, el dulce abismo



6:00 am

Hoy domingo es día de descanso, pero hemos planificado salir de prospección por la estrecha quebrada, los comuneros nos dicen que a 5 horas - bien andadas - existen osarios de los "antiguos", de los "waris". Después del desayuno saldremos, ya está decidido.

6:30 am

Salimos por fin, me acompañan Chemo y Anibal; llevamos agua, frutas, una carta nacional y una brújula, también una radio con los huaynos de los Gaytán Castro, mientras en cada reposo leo Redoble por Rancas, del finado Scorza. Sólo me falta el último capítulo para terminarlo, y recuerdo las palabras de Anibal al prestarme el libro ...

_ si al leer el final, lloras ... no te preocupes ... yo también lo hice.

10:30 am

Son 4 horas sin parar, descanzamos. Ya estamos cerca y es necesario recobrar energías. Juan José enciende su discman, son los Gaytán Castro y su flor de retama, luego viene Maiz, cizaña... se me quedan grabadas unas estrofas de Cizaña.

"Si no se arrancan las malas hierbas,
la siembra jamás florecerá"
(...)
Nuestro pueblo arrastra las cadenas,
mientras conciencias duras nos oprimen"

Viene una parte en Quechua ayacuchano, le decimos a Chemo que lo traduzca, mientras maldigo el no saber la lengua de mis ancestros. El no quiere, se hace de rogar, ya no insistimos ... es hora de continuar con el camino, y aún no termino de leer la novela.

02:00 pm

Esas 5 horas bien andadas, hace mucho que caducaron, le pregunté a Chemo si no estábamos perdidos ...

_Ya estamos cerca ... si piensas que estás perdido,perdido estás - fue su inspirada respuesta.

El paisaje es admirable: los cerros verdes, los ríos furiosos, las quebradas hondas, los abras sin apachetas, nos dan una amplia gama de colores que parecen salidos de un cuadro costumbrista, o un poema de Vallejo, pasamos un caserío ... César Vallejo, al contemplarlo diría:

La aldea, ante su paso,
se reviste de un rudo gris
en que un mugir de vaca
se aceita en sueño
y emoción de huaca.

Preguntamos a un anciano sobre nuestra ubicación, si estamos cerca de esta especie de catacumbas andinas de la que nos hablaron los ancianos de Huarautambo. El viejo nos mira con recelo, en su rostro están marcados tiempos inmemoriables de trabajos cara al sol, de fundirse con la chacra, pero también de dolor, él tendrá unos 70 u 80 años, me imagino si el vivió esas epocas de gamonales y pongos, que relata la novela de Scorza.

_ No, papay, no hay nada por aquí, se han perdido, seguro ...

Gracias, le decimos, desconcertados, ¿Porqué hacernos caminar en vano?

El desenlace de la novela estaba cerca y presiento que no será un final feliz: Héctor Chacón, el inmortal "nictálope", ha caído en una celada, será llevado a las vetustas cárceles del Cepa, allá en la selva, por levantarse contra el odiado juez Montenegro; a su vez que el aguerrido pueblo de Rancas está en vigilia dentro de sus tierras recuperadas, esperando a las fuerzas del orden, que les acusa por ser invasores de sus propias tierras ... temo lo peor... huelo a muerte, con ese inconfundible olor de sangre tibia, chorreante ... hasta me imagino el zumbido de la mosca azul, diciendo ¡sío! . Recuerdo que Scorza recogió la siguiente frase:

En los pueblos de la sierra del Perú, existen 5 estaciones : Primavera, Verano, Otoño, Invierno y Masacre

Una mosca se posa en mi hombro .. no era mi imaginación ... ¿será el espíritu de los waris?... me apuran Chemo y Anibal ... debo iniciar el ascenso ... son solo 100 metros ...

Amada, supón que no hay remedio ...
remedio, es todo lo que intento
Esa cancion de Silvio me retumba en la mente, se me escapa una maldita lágrima traicionera y empiezo a cantar bajito, para que los waris no me escuchen .

Silvio Rodríguez, el dulce abismo




3.1.08

Yo pregunto a los presentes ...


Yo pregunto a los presentes

si no se han puesto a pensar

que esta tierra es de nosotros

y no del que tenga más.

Daniel Viglietti, A desalambrar




4:30

Estoy a la mitad de mi ascenso, en un hiato entre la tierra y el cielo, me siento a beber agua, y leo las últimas páginas de la novela; como lo presentí, la Guardia Civil y los militares tienen la firme convicción de propiciar velorios masivos esa noche en Rancas, en nombre de la ley y el orden. Era el dos de mayo de 1960 y el gobierno "democrático" del Dr. Manuel Prado y Ugarteche con la venia del diario La Prensa, ha avalado esa acción, llamando a los comuneros de Rancas "invasores de la propiedad privada".

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_Hay orden de desalojo.
Ustedes han invadido propiedad ajena.Tenemos orden de desalojarlos. ¡Se van! ¡Ahora mismos se van!

_Nosotros no podemos desalojar esta tierra, mi alférez. Nosotros somos de aquí. Nosotros no hemos invadido nada. Otros nos invaden.

_Tienen diez minutos para desalojar.

El uniforme se volvió a la línea grisácea.

_Es la "Cerro de Pasco" quien invade, mi alférez. Los gringos nos cercan y nos persiguen como a ratas. La tierra no es ellos, la tierra es de Dios. Yo se bien la historia de "La Cerro" ¿O acaso los americanos trajeron a tierra al hombro?

_Faltan nueve minutos."
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Me detengo en mi lectura, la mosca azul que me sigue desde el ascenso final, no me ha abandonado. La observo y se pierde en el horizonte, ancho y ajeno, de nuevo oteo la sangre derramada por generaciones de hermanos anónimos. Cierro los ojos y me imagino a los comuneros de Rancas, recuperando sus tierras, enfrentados al fusil, sin miedo a la muerte. Imagino un fondo musical preciso, como esa canción que Daniel Viglietti le cantara al pueblo Sandinista, en ese mítico concierto, allá en abril y en Managua: "¡A desalambrar!".

Continúo con mi lectura, y siento impotencia ante lo que leo: se ha desatado la masacre contra comuneros desarmados: uno a uno los personajes que había aprendido a amar en las 200 páginas anteriores, caen ante las balas y los bayonetazos de los militares y guardias civiles:

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_Faltan dos minutos.

La gente fugaba sucia de alaridos.El incendio crecía. Una lágrima surcó el pómulo de cobre.

_Nos consideran bestias. Ni nos hablan.Si nos quejamos, no nos ven; si protestamos ... Yo me quejé al Prefecto. Yo llevé los carneros, mi alférez. ¿Qué dijo?

El alférez sacó lentamente su revólver.

_Ya no falta nada _ dijo y disparó.

Una universal debilidad destituyó a la rabia. Fortunato sintió que el cielo se desfondaba. Para defenderse de las nubes alzó los brazos. Se abrío la tierra. intentó agarrarse de las hierbas, de la orilla de la vertiginosa oscuridad, pero sus dedos no obedecieron y rodó, rebotando, hasta el fondo de la tierra".
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La novela concluye, los nuevos muertos se re-encuentran en el flamante cementerio : son Don Fortunato, el primero en caer; Don Alfonso, que fué despedazado junto a su bandera y con el himno nacional en sus cuerdas vocales; también Doña Tufina, quién vomitó su vida a las 5 de la tarde, con las vísceras abiertas por metralla. También Maximino, Vicentina ... de pronto, callan:

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_Shht -avisó Tufina - Allí vienen otros.

_¿Quienes serán?

_¿Serán ranqueños?

_¡Sabe Dios!, suspiró Fortunato."
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Sus cuerpos yacen inertes, pero pueden reflexionar, con la sabiduría que dá el morirse, sobre su suerte echada. Esa batalla perdida contra el cerco de la Cerro de Pasco Co. que se engullía a sus cerros, sus pastos, sus animales, sus pueblos ... engullía sus vidas.

Interrumpo mi lectura porque esta mosca azul no me deja. Oigo su zumbido: algo me quizo decir, pero me habla en quechua y yo no puedo entender ... ¿serás tú, Fortunato?. Mi libreta se mancha con gotas de lluvia, pero miro al cielo azul y está despejado ... pruebo de esas gotas y me saben saladas ... entonces me doy cuenta que Anibal tenía razón. Escucho voces que me llaman, tengo que culminar mi ascenso, econtrarme con mis amigos y los waris, los antiguos.


Daniel Viglietti, A desalambrar