-¿Dónde, dónde están?
-¿Quiénes?
-¿Dónde, dónde están?
-¿Quiénes? ¿Quiénes?
-¿Dónde están?
-¿Quiénes? ¿Quiénes?
-Los hombres...

Imagen original : Fernando Barragán Muñoz
-No sé.
Mira, copos de ceniza... ¡Copos de ceniza... ceniza... ceniza...!
-Han volado todos...
-¿A dónde, a dónde?
-No sé.
Construyamos un nido.
Sí, un nido, un nido.
-Pero... ¿Dónde?
¿Dónde, dónde, dónde, dónde, dónde...?
Eugen Jebeleanu/ Guaraní - Serrano
A Yuji Seki, Sensei
Era un Día de sol serrano en aquél pueblito de casas de barro y ruinas de piedra: Pacopampa aún conservaba ese fresco aire campestre, de pan tibio y agua cristalina, lejos de cielos grises y relaves mineros.
A treinta minutos de buen andar, llegaban cada mañana a una imponente ruina, resto de un centro ceremonial de milenios idos, que dormitaba como pétreo vigilante de aquella idílica aldea de cuatro calles.
Allí, jóvenes arqueólogos - al frente del viejo sensei con estricta disciplina, espíritu incansable y franca carcajada - rescataban del olvido tanto conocimiento de antaño, tanta identidad extraviada en los senderos de la historia.
Pero ese día todo era distinto. El viejo sensei no preparaba el desayuno como gustaba, menos bromeaba, las órdenes las impartía con honda melancolía.
Al término de la jornada, el sensei se retiró a sus aposentos, ante la sorpresa de sus alumnos.
- ¿Le pasa algo al Doctor, está enfermo, acaso? - preguntó uno de ellos.
- Es por Hiroshima y Nagasaki- contestó un discípulo, lacónicamente.
Entonces, al mirar el calendario, recordaron aquél nefasto seis de agosto de 1945, cuando un asesino llamado Harry S. Truman, entonces presidente de los EEUU, convirtió la vida de 70 mil personas en solo copos de ceniza, el día en que los pájaros cambiaron sus trinos por gritos de espanto.
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