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1.3.10

Unámonos como hermanos que nadie nos vencerá


Quizás mañana o pasado
o bien, en un tiempo más,
la historia que han escuchado
de nuevo sucederá.
Es Chile un país tan largo,
mil cosas pueden pasar
si es que no nos preparamos
resueltos para luchar.
Tenemos razones puras,
tenemos por qué pelear.
Tenemos las manos duras,
tenemos con qué ganar.
Canción Final - Quilapayún

Hace un siglo una tragedia golpeó a la clase obrera boliviana, chilena y peruana: la masacre de Santa María de Iquique, donde murieron entre 2 y 5 mil personas: hombres, mujeres y niños.

A pesar que los obreros chilenos y bolivianos podían abandonar el sitiado Iquique, y así salvarse de una muerte segura a manos de Ejército Chileno, prefirieron correr la misma infausta suerte de sus hermanos sureños, a pesar de las frescas cicatrices de una fraticida guerra ocurrida 3 décadas atrás entre esos tres países.

Ellos comprendieron que esas guerras del pasado no fueron ocasionadas por el pueblo chileno, sino por los mismos verdugos que días después aplastaron su huelga a sangre y fuego, sin miramientos ni distinciones de nacionalidad.

Un siglo después, otra tragedia enluta al hermano chileno, junto al migrante peruano y boliviano en este terrible terremoto que ya lleva algunos centenares de víctimas. ¿Cuántos de ellos son migrantes ilegales, que pasarán como NN? Difícil saberlo.

Desde aquí un abrazo fraterno y solidario al Chile de Violeta Parra, Quilapayún, Inti Illimani, Jaivas, Víctor Jara, Violeta Parra, Neruda, Bolaño, Mistral, Enríquez, Allende, Recabarren, Teitelboim, etc. Además de tantos amigos a la distancia que me enseñaron a estimar a un país que ya no miro con odio, quizá aprendiendo de los bravos obreros de Santa María de Iquique, a distinguir quién es mi hermano y quién mi enemigo.


18.6.09

Ay, que yo no tiro contra mis hermanos


Dicen que la patria es
un fusil y una bandera.
Mi patria son mis hermanos
que están labrando la tierra.

Mi patria son mis hermanos
que están labrando la tierra
mientras aquí nos enseñan
cómo se mata en la guerra.

Ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro, que no,
ay, que yo no tiro contra mis hermanos.
Ay, que yo tiraba, que sí,
ay, que yo tiraba, que sí,
contra los que ahogan al pueblo en sus manos.

Nos preparan a la lucha
en contra de los obreros
mal rayo me parta a mí
si ataco a mis compañeros

La guerra que tanto temen

no viene del extranjero;
son luchas de proletarios
como los bravos mineros.

Canción de soldados - Chicho Sanchéz Ferlosio


Enviados a reprimir hermanos, 23 jóvenes policías regresan en ataúdes de cedro, para ser llorados por sus familias. Todos han caído en ese trágico 5 de junio, día en que la ignominia asentó sus reales en la lejana y distante Bagua, debajo del cielo, encima del mundo.

Son las mismas voces de dolor, la misma indignación, la misma rabia de la mujer awajun ante el cuerpo de su hijo. Y pese a la manipulación obscena del gobierno, ellos acusan al mismo culpable con toda la verdad que habita en este mundo.

El dolor de ellos es también dolor nuestro: el Pueblo uniformado, también es explotado.

Luego de quince dias, el gobierno de Alan García parece dar su brazo a torcer, presionado por la condena nacional e internacional. Su fantoche Premier anuncia la derogación de dos leyes lesivas a los derechos de los pueblos indígenas y la amazonía, llama al diálogo y la paz. Pero muchos ministros tienen las manos demasiado ensangrentadas para seguir en sus cargos, carecen de autoridad moral para sentarse a dialogar con los que antes asesinaban.

Encima, esa cleptocracia llamada Partido Aprista Peruano organiza una provocadora marcha por la paz, movida por el odio y la intolerancia. En el congreso se niegan a dar su brazo a torcer.

Mientras, el poder judicial ordena detener al Apu Manuin, un reconocido hombre de paz, premiado con el Reina Sofía de España, malherido con ocho balas en su organismo. Al hombre acribillado lo acusan de homicidio en este mundo al reves.

Los medios de comunicación alineados con el régimen, no solo se contentan con ocultar la verdad y desinformar. Han llegado al extremo de acosar a artistas con raíces peruanas, que han venido al Perú a expresar su apoyo a los nativos y su rechazo a este gobierno.

Qué contraste la valentía de Qorianqa, con el silencio sospechoso y cómplice, en todos los idiomas en que han sido traducidas sus novelas, del laureado escritor Mario Vargas Llosa, siempre diligente para criticar a gobiernos que no son de su agrado, pero tímido cuando se trata de reclamar por los derechos humanos de los que menos tienen.

Y en el colmo del fascismo, algunos esbirros disfrazados de periodistas, instan al gobierno a bombardear con napalm a las comunidades amazónicas.

Pero no importa, aquí en Perú, la mayoría sabe que en Palacio de gobierno no habita un presidente, habita un ASESINO.

Para saber la verdad urgente, la lista de caídos se aproxime a la realidad, y que los 68 nativos desaparecidos desde el 5 de junio (no aparecen en la lista de heridos, ni de detenidos) tengan justicia, es necesaria una Comisión de la Verdad (CVR), pero no compuesta por políticos corruptos, co-responsables de las muertes al tratar con desidia los derechos indígenas.

Se debe convocar a los veteranos comisionados de la CVR, verdaderos héroes que han devuelto a miles de desaparecidos por la violencia (1980-2000) la identidad que los hace dignos, que han otorgado a sus deudos una ventana donde asoma la luz de la justicia. Ellos, los comisionados, curtidos ante las amenazas de los halcones de las Fuerzas Armadas y los remanentes del Maoismo Pol Potiano, son la única garantía de unas investigaciones serias e imparciales.

Ahora mismo, algunos de ellos, desentierran fosas comunes cerca a un cuartel militar, en un rincón de la sierra peruana donde Dios pocas veces pasa, llamado Putis.

El peruano es un hombre de paz y justicia, por ello no se cansará de exigir a este gobierno que sucesos como los de Bagua no queden impunes.


Nota:
Mi agradecimiento profundo a los amigos extranjeros, por sus actos de apoyo y solidaridad gratuita. No soy afecto a entregar premios, pero reciban de mí un pedazo de mi corazón.

Mas Información:



Quilapayún - Canción de soldados

12.1.09

Hágase por fin tu voluntad



Levántate y mírate las manos
para crecer estréchala a tu hermano.
Juntos iremos unidos en la sangre
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
Víctor Jara & Patricio Castillo - Plegaria a un labrador





Corrían los últimos días de excavación en aquel templo de piedra tallada situado en lo alto de la colina que domina un imponente valle en las entrañas de un remoto país. Ante la atenta mirada de los arqueólogos venidos del sol naciente y la ciudad gris, los comuneros enterraban una pétrea escalera de tres milenios atrás: unos recogían la tierra de pequeños montículos, otros la transportaban en carretillas, los últimos la esparcían dentro de esas trincheras abiertas meses antes para poder descifrar un poco de esa historia perdida de pueblos inmemoriables.

Los hombres de bronce continuaban el laborioso circuito con perfecta coreografía, sonriendo pese al esfuerzo físico desplegado, quizá porque para ellos, acostumbrados en arar la tierra, cambiar el curso de las aguas y desafiar las tormentas más duras, eso les parecía juego de niños.

Sabían que era el punto final de una labor que les cambiaba el estilo de vida cada año, por tres meses; luego volverían a sus zurcos, para sostener sus viviendas de barro con madera, su pueblo de cuatro calles, su digna humildad: todo le pertenecía a la comunidad a 10 leguas a la redonda, cerros, prados, ríos, bosques, penas y alegrías. Siempre con melodías de ritmos indescriptibles, a medio andar entre la marinera y el huayno: canciones híbridas que eran el fondo musical que venían de aquella vieja radio a transistores del guardían de las ruinas.


De pronto, un comunicado oficial interrumpío sin modales una canción sempiterna:

- "Minera Río Tinto, una empresa que cuida el medio ambiente y siempre al servicio de la comunidad, cita a los comuneros de San Pedro a una reunión de conciliación, para definir..."

Como alcanzados por un rayo, los comuneros se detuvieron al unísono, con el semblante adusto: aquellos hombres armados de machete, que jamás mostraron la palabra miedo en sus rostros, esta vez palidecieron ante el escueto mensaje de la minera.

Ellos sabían, gracias a la radio, que la mina solo dejaba a su paso relaves, ríos contaminados, suelos estériles, agua con plomo, prostitutas, delincuentes y alcohólicos.

Se iniciaba una larga lucha, donde las deserciones en nombre del progreso iban a ser pan de cada día: la mina buscará engullir todo a su paso y su estilo de vida, sus tierras, su forma de ver el mundo, cambiarían por completo.

- ¡Viene la mina, se llevarán todo! - dijo Justo a Pedro, un rondero antiguo, terror de abigeos y demás alimañas, además de ser presidente vitalicio de la comunidad.

- No los dejaremos - fué la lacónica respuesta del viejo rondero.



Víctor Jara & Quilapayún - Plegaria a un labrador


9.9.08

¡Miren cómo nos hablan de libertad!


¿Qué dirá el Santo Padre,
que vive en Roma,
que le están degollando

a sus palomas?
Violeta Parra - Que dirá el Santo Padre



- "La Coordinadora de Derechos Humanos, esa cojudez".

Con esa frase, el cuervo pasó a los anales de la historia universal de la infamia.

Sentenció así a sus principales opositores, su pulga en la oreja, durante su apostolado en el rincón de los muertos, cuando se preocupaba en dotar de pozos sépticos a la población, regalarles migajas, mientras callaba ante las miles de desapariciones, torturas y violaciones que día a día desangraban esos pueblos de Ayacucho, perlas chayay.

Con los años, el cuervo dejó su traje gris - idéntico a los naqaq, verdugos coloniales que extraían la grasa de los hombres - para colocarse ricos atuendos de hilos de oro, mudarse a la gran ciudad gris para lucir purpurado y pasearse cuando en vez por la ciudad de los solteros eternos, para besar la mano del Santo Padre de turno.

Hoy, el cuervo, como en sus años mozos cuando trocaba la cruz cristiana en cruz gamada, usa las homilías para defender la jubilación en impunidad de esas gavillas de asesinos uniformados, a la vez que reparte hostias a presidentes genocidas, e insulta con desparpajo a los que en su infalible criterio, defienden cojudeces (derechos humanos).

Agazapado en su vieja catedral, el cuervo se muestra soberbio, sabe que obtendrá impunidad mientras los sicarios besen su mano, que defendiendo al poderoso se ganará un sitial predilecto en el privado altar de La Obra, al lado de su amado San José María, santo patrono del fascismo.

¿Que dirá el Santo Padre?, nó dirá nada: hay que tomar el cielo por asalto.


Que dirá el Santo Padre - Quilapayún

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