Madre, tus manos tristes
como aves moribundas
déjame que las bese,
tanto, tanto han rezado
por mis locos errores
y mis vanas pasiones
Manuel Acosta Ojeda - Madre
como aves moribundas
déjame que las bese,
tanto, tanto han rezado
por mis locos errores
y mis vanas pasiones
Manuel Acosta Ojeda - Madre
No importaba que tán sórdido fuera el lupanar,
ni la naturaleza metílica del agua ardiente,
esa mujer siempre fue
su último oasis de te quiero sinceros,
bálsamo contra las llagas de vara de oficial,
antídoto para el desamor de mujeres falaces.
Ella lo esperará,
en ese viejo retrato blanco y negro,
con el cabello azabache, mirada encendida,
compañía en su exilio de 3 décadas.
Aunque el juglar sin fortuna ahora luzca canas,
y el cuño del fracaso en el ceño,
tendrá la certeza que supo ser feliz
en la tibieza de su vientre, y que ella será compañía en su soledad, como estampita, siquiera.
Ver También : Entre tí y el horizonte... la primavera volverá.
Madre - Los Chamas