Allí pasé mi infancia, en aquel rincón

Ha pasado el tiempo y sólo quedan ya
aparatos muertos puestos a girar
y aunque no fui payaso, ni mago ni aviador
sigo dando vueltas sin pensar quien soy.

Carlos Varela - Jalisco Park

A veces extraño lo niño de mis ojos.

Añoro las calles de tierra mojada, fulbito en la pista, seguir con la mirada a Rosa, después reir con los amigos de ayer que fuí perdiendo año tras año.

Fueron años violentos, tiempos confusos; nos refugiábamos jugando a superhéroes en cualquier autobús mutilado, con olor a pólvora.

Toda la calle era un inmenso y abandonado parque de diversiones.

Eran actos de inocencia, la cual se marchó una noche de octubre del 88´, cuando me presentaron a la muerte familiar, en mi primer funeral.

Los noventa llegaron, cada uno siguió su camino con fortunas distintas, muchos se marcharon; pero los de siempre permanecimos allí, jugando fulbito en la pista, pogueando con rock subte, afanando a la nueva muchachita del barrio, con la salsa de moda.

A los 16 descubrí la política: fuí a todas las manifestaciones, oteé bombas lacrímogenas, me enfrenté a sucios policías, conocí viejos nuevos amigos, pero cuando regresaba a esas calles con olor a tierra mojada, era el mismo de siempre.

Un día del año 2000 me tocó partir y, pese a las promesas, raras veces volví: mi nuevo refugio fueron mis perros, este ajeno país, algunas mujeres olvidadas, y los viejos nuevos amigos que encontré.

Aún nos reunimos: tuvimos infancias similares, sueños iguales, dolores idénticos. Nos gusta recrear anécdotas de niñez, en medio de Scorza y Vallejo, de Silvio y Leuzemia, libando pisco y Cristal agridulce: no renunciamos a soñar.

Pero sigo extrañando lo niño de mis ojos.

Ver también:

En la ciudad, en tiempo del desorden

Carlos Varela - Jalisco Park